viernes, 17 de noviembre de 2017

Lili Marleen (1981)


El éxito de las canciones no siempre obedece a la constante publicitaria de torpedear los oídos de propios y extraños. Algunas no necesitan una campaña de promoción a gran escala que las dé a conocer y dé a conocer a sus cantantes. Simplemente, se convierten en “número uno” por las sensaciones que transmiten y las emociones que generan en un determinado momento. De tal manera, sucede que de letras olvidadas, que apenas nadie recuerda, pueden nacer mitos como 
Lili Marlene, musicalizada por Norbert Schultze y cantada por Lale Andersen a partir de los versos que el soldado alemán Hans Leip compuso para su novia durante su estancia en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Inicialmente, esta canción se publicó sin pena ni gloria, pero, en 1941, desde la potente emisora de radio Belgrado, los locutores del ejército alemán, que había ocupado la ciudad, pincharon el tema y este sonó por los frentes europeos y el norte de África para convertirse en el símbolo de la nostalgia que anidaba en los corazones de los soldados de ambos bandos. Su popularidad fue tal, que se realizaron numerosas versiones en diferentes idiomas, porque la triste y melancólica melodía cantaba directamente a los sentimientos de aquellos jóvenes que se encontraban lejos de su hogar, combatiendo y muriendo, añorando sus casas, sus familias, sus novias y aquellas vidas de las que fueron apartados para acercarse a las bombas, a la metralla y a los temores que despertaron en la batalla.


Tomando como excusa la meteórica trayectoria de 
Lili Marleen, e inspirándose en la figura de Lale Andersen, el cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder expuso la historia de un amor imposible en <<una época muy crítica>>, como la define David Mendelson (Mel Ferrer) en un momento puntual de la película. Este hombre es el padre de Robert (Giancarlo Giannini), a quien, en un primer momento, descubrimos en brazos de Willie (Hanna Schygulla), durante un instante en el que ninguno de ellos sospecha el peligro que amenaza su romance, un peligro que los condena a la distancia, consecuencia del tiempo que les ha tocado vivir y de los responsables que lo han querido así. La historia de Lili Marleen (1981) abarca desde ese inicio en 1938 hasta la conclusión de una contienda bélica que el filme de Fassbinder muestra de pasada, cuando suena la canción y en la pantalla se combinan planos del éxito de Willie y de los frentes donde los soldados enmudecen para escuchar y añorar sus vidas pasadas. La voz de Willie les golpea al tiempo que les abre un atisbo de esperanza allí donde solo hay fantasmas. La letra de la canción se convierte en parte de ellos, porque habla de ellos y por ellos, de lo que dejaron atrás y de aquello que anhelan recuperar, lo cual provoca que la melodía se transforme en un símbolo y la cantante en una estrella reconocida por todos, incluso por los líderes del régimen que su amante combate en la clandestinidad.


La distancia física que separa a Robert y a Willie también implica que la canción hable de ellos, aunque en el caso del primero se convierta en la tortura que, una y otra vez, sufre en su celda, tras ser capturado por la Gestapo después de su breve encuentro con la mujer que ama. Pero 
Lili Marleen en realidad no es una historia de amor, es la historia de la imposibilidad de <<una época muy crítica>> que exige posicionarse: los Mendelson lo hacen desde la lucha en su organización clandestina, Taschner (Hark Bohm), dominado por su temor, pretende mantenerse al margen, aunque finalmente da un paso adelante por Willie, un paso que lo lleva al frente oriental, donde luchan soldados anónimos como el joven Bernt (Rainer Willi), mientras que la protagonista acepta resignarse y asume el éxito para sobrevivir lejos de Suiza, cuya entrada le ha sido negada después de acompañar a su amante en una misión. Y se resigna porque las circunstancias le han hecho creer que <<si queremos vivir, no siempre podemos elegir. No siempre>>, sin embargo, sí elige, elige a Robert, y por ello acepta trabajar para la organización a la que aquel pertenece, porque su elección es su manera de decir, de querer y de sentir que volverán a estar juntos.

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