miércoles, 6 de diciembre de 2017

Llanto por un bandido (1964)


Apostar por el documentalismo y por el pesimismo que dominan la cruda descripción de la cotidianidad de Los golfos (1959) fue un comienzo agridulce para la carrera profesional de Carlos Saura. Amargo por su encontronazo con la censura, que la relegó al ostracismo, y dulce porque se trata de un documento excepcional y único dentro del cine español. En su siguiente película, realizada porque fue su oportunidad de volver a dirigir, Saura contó de nuevo con la colaboración de Mario Camus en la escritura del guión, pero Llanto por un bandido (1963), coproducción española, francesa e italiana, evidencia carencias que no se observan en el anterior trabajo del cineasta aragonés. El ser una superproducción le permitió contar con un reparto internacional (al que se sumaron, en una breve intervención, Buñuel y Buero Vallejo) y con la holgura de medios económicos impensables para Los golfos. Pero, a pesar de todos los recursos materiales y humanos puestos a su disposición, y de la presencia de un elenco de renombre, Llanto por un bandido es un ejemplo de que la holgura de medios no asegura un resultado artístico satisfactorio, pues, en su conjunto, resulta irregular y su desarrollo pasa de la brillantez de momentos puntuales a la desidia que lastra el desequilibrio entre la intimidad del protagonista, la relación que este mantiene con su mujer (Lea Massari) y con el entorno donde luchan monárquicos y liberales. Posiblemente si su montaje no sufriera intervenciones ajenas al realizador, estaríamos hablando de un film distinto, de ritmo narrativo más fluido. Aún así, resulta interesante ver como el pasado expuesto por Saura podría extrapolarse a la España de la época, pues, el telón de fondo de la lucha entre liberales y absolutistas durante el siglo XIX, no deja de ser el reflejo de la Guerra Civil y las secuelas que alcanzaron el presente español de aquel entonces, de ahí que adquiera un significado especial la breve presencia de Buñuel y de Buero Vallejo, dos hombres señalados por el régimen franquista. Pero más allá de esta similitud temporal, Saura se alejaba de la realidad de su momento y de la sinceridad con la que filmó la cotidianidad de aquel grupo de golfos para centrarse en el drama biográfico del famoso bandolero andaluz <<El Tempranillo>>, convertido por el folclore popular en un héroe al estilo de Robin Hood o Joaquín Murrieta.


En el retrato realizado por
Saura de José María Hinojosa no hay lugar para la aventura, tampoco para la exaltación del héroe y sí para el tono elegiático que muestra a un personaje alejado de la heroicidad romántica ensalzada por las coplas que cantaron sus andanzas. El cineasta aragonés prescindió del romanticismo popular porque su interés estaba en el individuo condenado a perder. Inspirándose en hechos de la vida del bandido, Camus y Saura guionizaron el recorrido vital de José María desde que su llegada a la sierra, tras asesinar a un hombre, hasta su muerte, cuando, indultado por el rey, persigue a sus antiguos compañeros, quienes se han negado a aceptar el indulto real. En sus primeros momentos en la montaña entra en contacto con "El Lutos" (Lino Ventura) y su banda, pero, ante la crueldad que observa en líder de la partida, Hinojosa acaba con él y asume el mando. A pesar de su juventud, muestra valor, sangre fría y una mente bien amueblada, lo cual le permite idear el impuesto que las diligencias y los correos deben pagar si deseen atravesar los parajes que él considera sus dominios. El drama del antihéroe es un hecho que se intuye cuando "El Lero" (Antonio Pietro) le dice que no hay descanso para los de su especie, siempre huyendo y esperando la traición. De modo que la tragedia de <<El tempranillo>> se gesta en su imposibilidad de retener cuanto consigue, sea material o humano, como sucede con su vida compartida en la distancia con María, con quien se casa pero a quien aleja de su lado para evitar que corra riesgos. Tampoco puede ver crecer a su hijo, muerto al nacer, ni, posteriormente, puede disfrutar de la amnistía real, de su cortijo ni de sus rentas, porque el compromiso adquirido lo obliga a perseguir a los miembros de su banda que continúan al margen de la ley.

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