miércoles, 3 de enero de 2018

Jules y Jim (1961)



En ¡Viva María! (1965) Louis Malle juntó a dos iconos femeninos del cine francés, ambas de evidente atractivo, pero el de una de ellas sobresaliente, como también lo era su presencia en la pantalla, pues, cualquier película que contase con Jeanne Moreau en su reparto, presentaba el aliciente de su magnetismo y de su talento, una combinación que conquistó a la cámara, al público y a directores que, como Malle, Orson WellesFrançoise Truffaut, contaron con ella en repetidas ocasiones. En definitiva, la cámara amaba a la actriz del mismo modo que Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre) aman a la chica de <<la sonrisa de la estatua de la isla>>, en quien encuentran su ideal de belleza. <<Una aparición para todos>>, dice Jim antes de sospechar que <<quizá no sea mujer para un solo hombre>>, pues se trata de un espíritu libre y 
contradictorio, al tiempo liberado y a la vez atrapado en su búsqueda de vivir el momento y el amor. La aparición de Catherine se produce después de que el narrador omnisciente haya descrito a los dos jóvenes bohemios, que inician su recorrido común en el París de 1912, la amistad que los une y su búsqueda del ideal que encuentran en el ser cambiante, impulsivo, caprichoso y moderno, que se une a ellos en la sucesión de imágenes de un film compuesto por instantes de vida y de amor, de alegría y de dolor, de libertad y de prisión, instantes que se unen para dar forma a la película que posiblemente mejor encaje con la renovación pretendida por un cineasta cinéfilo que filmó en Jules y Jim (Jules et Jim, 1961) un canto al instante, al amor (en su imperfección) y a la amistad, en el que el tiempo se acelera o se congela, erigiéndose en testigo de las emociones, de las vivencias y de los sentimientos que mueven a los miembros de una pareja de tres que se aleja del romance convencional, de los prejuicios morales, de las ataduras y de la posesión.


Los dos amigos aman-desean a la misma mujer. Lo aceptan sin celos y sin que su musa influya o interrumpa su camaradería, algo que sí logra la guerra. El tiempo pasa y el triángulo, que no trío, se rompe durante la Gran Guerra (en la que los jóvenes combaten en bandos enfrentados), la cual marca un punto de inflexión en la
 narrativa de un realizador que interpreta a su manera la novela de Henri-Pierre Roché y la idea de la pareja y del amor, un sentimiento que vuelve a unir a sus protagonistas tras la contienda, cuando la película avanza a un estado durante el cual la ilusión parece haber desaparecido de sus vidas, ya que, aparte de fuente de alegría, la relación amorosa también es para ellos fuente de dolor, de desorientación, de dudas, del deseo creciente de Jim hacia Catherine, la mujer de su amigo, o del miedo de Jules a la pérdida de la figura idealizada con la que se ha casado, un ser inalcanzable para él cuando su amigo los visita. Jules lo recibe con los brazos abiertos y con un <<no ha cambiado, Jim>>, antes de que este conteste de igual manera y antes de que Catherine afirme que <<nadie ha cambiado>>. Sin embargo algo ha cambiado. Jules ha perdido parte de su brillo, temeroso de que su mujer lo abandone para emprender una nueva búsqueda de la efímera felicidad que de nuevo acarician cuando el recién llegado se instala con ellos y se convierte en el amante de ella, antes de confirmarnos la imposibilidad de alcanzar una relación plena y satisfactoria, pues, para los personajes de Truffaut, resulta imposible mantener una relación estable de pareja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario