miércoles, 10 de enero de 2018

Topkapi (1964)



A pesar de su aparente superficialidad, Topkapi (1964) es un espléndido film que rebosa ironía e inteligencia en su mezcla de comedia y suspense, que expone los preparativos y el robo al museo que da título a la película, un robo que se realiza en la parte final del film y que remite al expuesto por el propio Jules Dassin en Rififí (Du rififi chez les hommes; 1955). En aquella, Dassin planteó el robo desde una precisión narrativa que sería imitada por producciones posteriores, que introdujeron en sus tramas robos imposibles como el que aquí se muestra, aunque, en esta ocasión, la perspectiva empleada por el realizador satiriza situaciones y personajes. Los delincuentes de Topkapi ni son profesionales ni silenciosos, tampoco se encuentra marcados por el pesimismo que se descubre en los personajes de 
Rififí, pero, al igual que Toni Le Stephanois y sus compinches, son ladrones precisos y expertos en el arte de afanar, aunque lo son desde la comicidad subversiva empleada por el cineasta a lo largo de la puesta en marcha del plan, de su ejecución y de la burla al sistema capitalista que se descubre en la película. Las primeras imágenes nos muestran a Elizabeth Lipp (Melina Mercuri) hablando a la cámara para confesar al público su pasión por las esmeraldas y su oficio de ladrona de guante blanco. Pero también comprendemos que se trata de una mujer seductora, desenfadada, manipuladora, liberada y sensual, que nos invita a ser cómplices de sus intenciones y de sus fechorías.


Tras la presentación de Elizabeth, la historia se traslada a Walter (
Maximilian Schell), su antiguo y elegante amante, un pensador de precisión suiza que no duda al decir que <<una pistola es una cosa, la inteligencia es otra. Me asusta más la inteligencia>>. La inteligencia es su fuerte y lo capacita para planear hasta el mínimo detalle de una operación exenta de violencia, en la que necesitan la colaboración de tres aficionados, pues es primordial evitar cualquier indicio que las autoridades puedan seguir antes, durante y después del robo. Vistas las medidas de seguridad del recinto, la sustracción de la joya parece un imposible, como décadas después también lo parecerá una situación similar expuesta por Brian De Palma en Misión imposible (Mission: Impossible, 1996). Aunque, para Elizabeth y Walter, la imposibilidad no es tal, ya que se las ingenian para tener todo a punto, incluso el "primo" que debe pasar el rifle y las bombas de gas desde Grecia a Estambul. Dicho "primo" se ha pasado la vida entre la historia, la arqueología y la venta de objetos sin valor. Pero Arthur Simpson (Peter Ustinov) es clave en el devenir de los hechos. Primero, porque la policía turca descubre las armas que transporta sin él saberlo y le exige que colabore espiando a la banda. Segundo, porque, lesionado Hans (Jess Hahn), se convierte en pieza clave para llevar a buen puerto el plan de Walter, y tercero, porque, salvando la seductora presencia de la ladrona encarnada por Melina Mercouri, es el personaje de mayor peso, ironía y comicidad de la película, esto último, sobre todo, en su relación con el cocinero aficionado a la bebida y a ver espías rusos a quien dio vida un magistral Akim Tamiroff.

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