lunes, 21 de mayo de 2018

Dejad paso al mañana (1937)


La vida se fuga a alta velocidad, las hijas e hijos crecen y se independizan, forman sus propias familias y el ciclo vital continúa imparable para una pareja que empieza a sentir que su tiempo ha pasado. Sin recursos económicos, que les permita mantener la casa de siempre, el presente se oscurece ante los interrogantes que plantea, pero sobre todo ante la separación que Lucy (Beulah Bondi) y Barkley Cooper (Victor Moore) asumen para no contrariar a sus vástagos, que deciden repartirse a sus padres a la espera de que surja una idea mejor. A grandes rasgos este es el argumento de Dejad paso al mañana (Make Way for Tomorrow, 1938), para Leo McCarey su mejor película, aunque la mayoría de sus contemporáneos no lo vieron así, pues el film resultó un fracasó comercial que precipitó la salida del cineasta de Paramount Pictures. Pero ese mismo año, McCarey estrenó La pícara puritana (The Awful Truth,1937) y se alzó con el Oscar al mejor director, un premio del que dijo se lo habían entregado por la película equivocada. Así es la industria cinematográfica, capaz de desahuciar a un cineasta como McCarey y poco después elevarlo a la gloria con premios y aplausos. Pero, me pregunto, ¿había cambiado tanto en tan poco tiempo? Todo esto viene a demostrar que en Hollywood la distancia que separa el éxito del fracaso (y viceversa) es caprichosa y arbitraria, y poco tiene que ver con la calidad que encierran las películas y sí con su tirón comercial y con las campañas publicitarias que las distintas compañías realizan para promocionarlas. A todas luces, Dejad paso al mañana es un film menos amable, más complejo y reflexivo que la espléndida La pícara puritana, cuyo ritmo, enredo y humor la harían más atractiva para el espectador. El público esperaría una comedia de McCarey, pero este le ofreció un retrato familiar que prioriza los momentos dramáticos a las notas de humor que lo salpican. Sobre todo, Dejad paso al mañana es un film humano en el que el cineasta expuso su parecer acerca de la experiencia vital de esos dos miembros de la familia que ya no encuentran su lugar. El matrimonio Cooper lleva cincuenta años casados, tienen cinco hijos adultos que han construido sus vidas fuera del hogar que, al inicio, la pareja se ve obligado a dejar por falta de empleo y dinero. Esto es un problema sin solución, porque a su edad, el señor Cooper no tiene la menor posibilidad de encontrar trabajo ni tiene un subsidio que le permita cubrir sus necesidades y las de su mujer. Ante esta situación, algunos de sus hijos se desentienden con falsas promesas y otros deciden que solo pueden mantener a uno de ellos. De esa manera se confirma la separación del matrimonio, que vive la decepción de no poder estar juntos, pero también la de saber que, para los suyos, son un estorbo. La perspectiva de McCarey expone la convivencia en los dos hogares que han recibido a Lucy y a Barkley, y ofrece su simpatía a la pareja que se añora en la distancia y en la creciente sospecha de que jamás volverán a verse. Dejad paso al mañana no triunfó en su momento porque presenta una realidad nada divertida, cuando el público exigía evasión, risas, romance o aventuras. Sin embargo es una propuesta cargada de sensibilidad, de humanismo y de cierta decepción hacia esos hijos que no cuidan de sus mayores, aunque el realizador lo expone con sutileza, sin olvidarse de detallar cómo la presencia de los padres altera la cotidianidad de quienes no saben qué hacer con ellos y deciden internar a la madre en un asilo y enviar al padre a California. Pero Lucy y Berkley vuelven a ser felices por un instante que parece detenerse en el tiempo, cuando se produce su reencuentro y deciden viajar al pasado, visitando los mismos lugares que habían disfrutado durante su luna de miel, y olvidan la ingratitud de sus hijos para expresar la comunión y el amor que comparten.

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