jueves, 10 de mayo de 2018

Un asunto de mujeres (1988)

Con Francia derrotada y ocupada por el ejército alemán, con dos hijos pequeños que criar y con la carestía en la que viven y les supera, Marie (Isabelle Huppert) desea salir adelante, como también desea ser cantante. Nada parece indicar que ni lo uno ni lo otro sea posible en un país donde el bienestar ha dado paso al sentimiento de derrota, a la sumisión, a cerrar los ojos ante la persecución sufrida por los judíos y al hambre generalizado que no borra el talante alegre de la heroína retratada por Claude Chabrol en Un asunto de mujeres (Une affaire de femmes, 1988). Dicho talante tambalea cuando los alemanes se llevan a su amiga judía (Myriam David), también lo hace con el regreso de Paul (François Cluzet), a quien no quiere, pero a quien le une el matrimonio. Sin embargo, ante ella se presentan asuntos de mujeres que aprovechará para alejar a su familia del hambre y del frío. Su talento reside en ayudar a jóvenes que, casadas o solteras, no desean concebir hijos de soldados alemanes, de violaciones, de amantes ocasionales o que aumenten el número de familias numerosas en un tiempo de precariedad extrema. Gracias al dinero de los abortos que practica, Marie accede a alimentos de primera calidad, a un nuevo hogar y a otros lujos que, como sus clases de canto, nunca podría disfrutar de no arreglar esas cuestiones femeninas que la moral dominante ni contempla ni comprende. Su visión empresarial también incluye alquilar habitaciones a prostitutas como su amiga Lulu (Marie Trintignant) mientras que su perspectiva personal la distancia de Paul, a quien mantiene y de quien rechaza cualquier contacto carnal. Solo es cuestión de tiempo que Marie se enamore o sienta atracción por otro hombre, e inicie una relación fuera de un matrimonio que solo existe sobre el papel. Nada de lo que su marido pueda decir afecta la decisión de la protagonista, que en un momento de sinceridad le dice <<no te quiero>>, negativa que lleva implícita el no mantener relaciones sexuales. Paul guarda silencio, quizá porque vive cómodamente (cigarrillos, buena comida, vino,...), porque la desee o porque vive en la apatía, pero acaba por verse superado cuando la observa durmiendo con su joven amante (Nils Tavernier). Dicha imagen provoca su reacción, fruto de la impotencia que cobra forma física en el anónimo que, detallando los asuntos de su mujer, envía a la policía. La exposición de Chabrol en Un asunto de mujeres no juzga ni el comportamiento del uno ni de la otra, retrata a una persona (Marie), su situación, su momento, y apunta hacia la hipocresía moral de un país sometido que encuentra su chivo expiatorio en esa mujer liberada, decidida y, por casualidades de la vida, con una aptitud que le posibilita salir de la miseria. Marie se adelanta a su tiempo, o quizá intente vencerlo con los escasos recursos que posee, pero esa misma época que le ha tocado vivir pone fin a su vía de escape (y a la de aquellas mujeres que se presentan en su casa en un estado indeseado) en un tribunal que no pretende juzgarla, sino imponer su moral castigando a la heroína a quien dio vida una Isabelle Huppert sobresaliente.

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