sábado, 11 de mayo de 2013

Juan Nadie (1941)


Los protagonistas de las comedias sociales de
Frank Capra son individuos amables, inocentes, honrados y de una fuerte convicción moral, en la cual los valores defendidos por la constitución de su país se erigen como su fuerza motora. Este individuo anónimo, como serían los protagonistas de El secreto de vivirCaballero sin espadaJuan Nadie o incluso el suicida de ¡Qué bello es vivir!, representa a un utópico ciudadano de a pie, capaz de enfrentase a la corrupción y salir vencedor gracias a su entereza y a su inquebrantable creencia en aquello que defiende en sus emotivos discursos, que apelan a la solidaridad, a la honradez y al sentimentalismo inherente en sus semejantes. Así pues, como en otros films de CapraJuan Nadie (Meet John Doe) presenta a un héroe de la calle que se contrapone a la ideología de un magnate sin escrúpulos. Este enfrentamiento se anuncia en el arranque del film, cuando se sustituye el antiguo letrero que luce en la entrada del periódico The Bulletin: <<una prensa libre para un pueblo libre>>. por este otro: <<The New Bulletin, un periódico moderno para una era moderna>>. En los minutos que siguen al cambio se descubre en qué consiste la prensa moderna a la que alude el nuevo cartel, pues en el interior del edificio de The New Bulletin el director (James Gleason) dice que ahora prima el sensacionalismo. De ese modo se comprende que la libertad de prensa o la veracidad de las noticias son desterradas de las páginas del diario, pues son las ventas y no la verdad las que benefician a D.B.Norton (Edward Arnold), el magnate que ha comprado el jornal con vistas a utilizarlo para sus fines de control político y social. El cambio que se produce en el medio de comunicación no solo afecta al rótulo de la entrada o a la falta de ética profesional que se apodera del medio, pues la nueva realidad también implica el despido masivo de los antiguos empleados. Esto último afecta a Ann Mitchell (Barbara Stanwyck), la periodista que aprovecha su último artículo para desahogarse firmando una carta al director, que conmociona (y conmueve) a los lectores, bajo el seudónimo de "Juan Nadie". El supuesto autor del artículo protesta contra un sistema social que no defiende los intereses del ciudadano; dicha postura le convierte en el héroe anónimo de los individuos anónimos (la mayoría de la población), pero existe un pequeño problema al respecto, ya que este gran hombre, que ha escrito la denuncia, simplemente no existe. No obstante, a su creadora las cosas le han ido bien gracias a la enorme repercusión mediática de su escrito, hasta el punto de no tener que engrosar en las filas del paro o unirse a los miles de vagabundos entre quienes busca a alguien que se convierta en la imagen idealizada que ha inventado. La necesidad de dinero es la responsable de que Ann se convierta en una manipuladora inconsciente de serlo, ya que ignora que su obra vaya a ser utilizada para un fin distinto al que ella piensa, pues su idea, que adquiere el rostro de John (Gary Cooper), sería la de ofrecer esperanza a los millones de almas que forman la masa social del país. Por su parte, el ex-jugador de baseball acepta participar en la mentira debido a su necesidad de encontrar un empleo que le permita costear la operación de su brazo, con el fin de regresar a las ligas menores y alejarse de su vagabundeo por el país en compañía del "coronel" (Walter Brennan), un tipo lúcido donde los haya, con ideas propias que nacen de su extraordinaria capacidad de reflexión sobre el mundo que habita. Una vez más, Capra incidió en su afán por mostrar algunos de los males de una sociedad que individualiza en el enfrentamiento entre D.B.Norton y John Doe, a quien el primero utiliza y engaña para su beneficio, a costa de los valores que defiende el segundo, que no entiende de política, al menos no de la que pretende el magnate, basada en la mentira y en la manipulación. Este tipo de comedias son como sus protagonistas, amables, sensibles e inocentes en cuanto a su postura, pues los Juan Nadie que habitan en ellas no dejan de ser seres utópicos de cuentos de hadas que, tras sufrir su desengaño, se hacen más fuertes en sus convicciones, las cuales les permiten a alcanzar un final feliz que en el mundo real sería una sorpresa mayúscula.

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