miércoles, 16 de mayo de 2012

Trono de sangre (1957)


Conocer el futuro implicaría un cambio en la conducta o en la toma de decisiones, tanto si este se presentase negativo como positivo; en cuanto al primer caso lo lógico (o ilógico) sería intentar huir del mismo, pero en cuanto al segundo caso lo mejor sería observar a Washizu (
Toshiro Mifune) y aprender de sus errores. Cuando este valiente capitán se adentra en el bosque en compañía de Miki (Akia Kubo) son sorprendidos por un espíritu que realiza un vaticinio que altera el comportamiento de Washizu. Probablemente, Trono de sangre (Kumonosu-jo, 1957) sea la mejor adaptación cinematográfica del drama Macbeth, superando a la realizada por Orson Welles en 1948 o a la de Roman Polanski en 1971 (existen varias adaptaciones más); el Macbeth de Akira Kurosawa sigue el patrón ideado por William Shakespeare, pero tomándose más libertades que los dos directores anteriormente nombrados. La primera licencia se descubre en su ubicación: en el Japón feudal en continua lucha entre los señores samuráis en pos de mayor poder, en lugar de producirse en Escocia. Washizu y Miki son dos fieles capitanes del señor del castillo de la telaraña, Lord Tsuzuki (Hiroshi Tachikawa), quien tras la victoria les entrega el mando de la mansión del norte y de la fortaleza número uno, confirmándose de ese modo la primera parte de la profecía del espíritu del bosque. Al comprobar que la visión empieza a cumplirse, Washizu piensa en la posibilidad que se realice la segunda parte del vaticinio: convertirse en el nuevo señor del castillo; sin embargo, teme pensar demasiado en ello, negándose dicha posibilidad y convenciéndose de que es un fiel vasallo. No obstante, con la aparición de la lady Macbeth de Kurosawa, la esposa de Washizu (Isuzu Yamada), se empieza a gestar la tragedia, pues ella emplea palabras que convencen a su esposo de la necesidad de eliminar al señor Tsuzuki, antes de que este se entere por medio de Miki de la profecía que le arrebataría el poder.


Washizu intenta luchar contra la ambición que reside en su interior, reniega de las palabras de su esposa, aduciendo que Miki es su amigo y que nunca le traicionaría (posiblemente esa sea la verdad), sin embargo, no tarda en hacer lo que ella le dice, porque lo que el expresa en voz alta sólo es una escusa para ocultar lo que esconde en su interior. El personaje de Washizu muestra una contradicción entre lo que dice y lo que desea, pues si bien alega no querer otra cosa que servir a su señor, aprovecha la primera ocasión que se le presenta para acabar con él: cuando Tsuzuki acude a la mansión del norte para solicitar su ayuda. El crimen y la posterior intervención de Miki ante el consejo le facilita el mando del castillo de la telaraña, cumpliéndose de ese modo la profecía, pero ¿se cumple porque debe cumplirse o porque Washizu busca que se cumpla? Cuando Washuki se convierte en el señor del castillo, su primera intención es la de nombrar al hijo de Miki como su heredero, consciente que de que la profecía decía que así sería, sin embargo, una nueva intervención de su esposa hace que rectifique en sus intenciones, lo que lleva a pensar que está luchando contra ese mismo destino que poco antes había aceptado como inalterable, una nueva contradicción marcada por la ambición que fluye en su interior. Como en cualquier drama shakesperiano, 
Trono de sangre (Kumonosu-jo) muestra los sentimientos que invaden a sus personajes, demostrando que esos mismos sentimientos son los causantes de un destino al que se pretende acusar de sus actos, aunque en realidad sería la ambición desmesurada del matrimonio Washizu las que provocan la tragedia que les destruye, pues nada habría sucedido si no hubiesen cometido el primer asesinato.

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