lunes, 10 de julio de 2017

Los golfos (1959)


<<Hay quien dice que Los golfos recuerda a Los olvidados, y yo la vi mucho tiempo después. No había ninguna influencia clara. Solamente quería hacer una película que reflejara una cierta realidad española a través de la historia de unos chicos. En eso estábamos completamente de acuerdo Mario Camus, Daniel Sueiro y yo.>>

Carlos Saura (1)


Debido a necesidades intelectuales, personales, políticas o humanistas, el realismo cinematográfico fue consecuencia natural a la situación de algunas naciones implicadas en la Segunda Guerra Mundial —en el caso de Japón, en la inmediata posguerra, incluso se podría hablar de una imposición, consecuencia de la censura militar estadounidense que prohibía los films de época, con el fin de evitar la exaltación nacionalista—. Y también fue natural su desaparición o, si se prefiere, su evolución hacia otras formas de expresión durante los primeros compases de la década de 1950. Por aquel entonces, en España, algunos cineastas intentaron mayor realismo en sus películas, sin embargo, esta intención, fruto de querer mostrar realidades que afectaban a la sociedad española, no llegó a desarrollarse en su plenitud. Como consecuencia, no se puede hablar de un neorrealismo como el italiano o el japonés de la segunda mitad de la década de 1940 y los primeros años de la siguiente. No obstante, la influencia de los Rosellini, De SantisDe SicaZavattini o Visconti se dejó notar en algunos cineastas españoles, que introdujeron reflejos de la realidad en sus comedias y dramas. Edgar Neville, en El último caballo (1950), José Antonio Nieves Conde, en Surcos (1951), Bardem y Berlanga, en Esa pareja feliz (1951), Ana Mariscal, en Segundo López, aventurero urbano (1953), Ladislao Vajda, en Mi tío Jacinto (1956) o Joaquín Luis Romero Marchent, en Fulano y mengano (1957), fueron algunos realizadores y películas que introdujeron realismo y reflejos de realidad social contemporánea en una cinematografía que, salvo excepciones, parecía condenada a no mirar el presente, al menos no de manera directa. Hacia finales de los cincuenta, tras el aparente cambio de rumbo que significaron las “Conversaciones de Salamanca” y la filmación de Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955), el realismo cinematográfico español alcanzaba sus máximos exponentes en Los chicos (Marco Ferreri, 1959) y Los golfos (Carlos Saura, 1959), que asume un pesimismo mas crudo que el expuesto en el film de FerreriEn La tarde del domingo (1957), su práctica final en el IIEC, Carlos Saura ya se había decantado por el realismo para dar forma a su historia, un realismo fílmico que, mezclado con el desencanto y con “chicos de la calle” —cercanos a los “ragazzi di vita” de Pasolini narrador—, maduraría para dar forma a su primer largometraje, una película que tardaría tres años en ser "mal" estrenada debido a la cruda exposición del espacio que condiciona el comportamiento de los seis jóvenes protagonistas, seis amigos que intentan sacudirse su aburrimiento, su ausencia de posibilidades y su desencanto en jornadas fluviales, similares al domingo narrado por Rafael Sánchez Ferlosio en su magistral novela El jarama, también con pequeños hurtos y asaltos, que les proporcionan calderilla para ir tirando, y aferrándose al hipotético triunfo de Juan (Óscar Cruz) en las plazas de toros, ilusión en la que proyectan la mejora socioeconómica que muere al tiempo que agoniza la res cuya imagen cierra el film.


Para Saura, <<Los Golfos es más una necesidad, mucho más que la consecuencia de la lucidez y de la reflexión. En un momento determinado yo siento la necesidad de hacer una película de ficción. Tras 
La tarde del domingo, la película de fin de curso en la Escuela que me sirvió para medir mis fuerzas con una cámara, nos reunimos un día en los ambientes populares de Madrid, Mario Camus, Daniel Sueiro y yo, y decidimos hacer Los Golfos; escribimos un guion basado en unos artículos que Sueiro había publicado en una revista gráfica sobre la vida en el mercado de Legázpi. Es mi película más documentada desde el punto de vista humano, en el sentido de que el guion se construyó sobre datos concretos que aportó Sueiro, y los personajes responde —o al menos yo pensaba que respondían— a lo que estaba viendo. Luego te das cuenta de que no, de que es una película casi romántica. Pero había un intento de reflejar y de reconstruir una realidad española. Pienso que además es un caso insólito en el cine español.>> (2) Insólito porque, probablemente, fue la primera película de ficción en España en ser rodada íntegramente en escenarios naturales; lo cual vendría a corroborar la intención original de reflejar en la pantalla la realidad. La escena que pone en marcha la película introduce una de las constantes del grupo: su facilidad para apropiarse de lo ajeno. En esta escena se observa un puesto de lotería y la invidente que lo atiende instantes antes de ser asaltada por Ramón (Luis Marín). Desde la contundencia y la violencia del momento, Saura introduce la criminalidad que sus protagonistas asumen como el medio que les permite malvivir dentro del entorno desfavorecido donde Juan se entrena a la espera de la oportunidad de torear en una plaza abarrotada; pero, mientras no llegue el momento, su público se reduce a sus amigos. El realismo empleado inicialmente  por el cineasta aragonés se va transformando en pesimismo, presente en los distintos lugares naturales donde los seis delincuentes juveniles, que preceden a los rateros protagonistas del cine quinqui de la transición y de los primeros años de la democracia, realizan sus fechorías y viven su amistad, pues, como apuntó Mario Camus, <<Los golfos, más que una película realista, era la historia de una amistad.>> (3) El pesimismo que se va apoderando de la pantalla nace de la cruda y desencantada exposición del espacio, de sus moradores y de los hechos que muestran la imposibilidad de esos muchachos desorientados que, a su manera, logran reunir las veinte mil pesetas que les exigen para que su amigo alcance el sueño de saltar a la arena y con él escapar de la clase social desfavorecida a la que pertenecen. Sus casas y sus barrios se caracterizan por la pobreza que han mamado desde la cuna, una miseria que los empuja en su adolescencia a vaguear dando palos a despistados, robando herramientas o espejos retrovisores, pero también a permanecer unidos en su empeño de llevar a Juan al ruedo, convencidos de su triunfo como torero y del fin de la cotidianidad que agudiza su tendencia a delinquir, para ellos una elección sencilla, puede que la única que encuentren dentro del entorno sin salida al que pertenecen y que los ha condenado a ser golfos sin más futuro que su patético presente.


(1) Carlos F. Heredero y José Enrique Monterde (Ed.): Los “nuevos cines” de España. Ilusiones y desencantos de los años sesenta. Institut Valencià de Cinematografia Ricardo Muñoz Suay, Valencia, 2003.

(2) (3) Antonio Castro: El cine español en el banquillo. Fernando Torres, Editor, Valencia, 1974.

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